Cuento terapéutico: Transparencia cristalina

Confiar en la vida y seguir tus instintos

Este mes te traemos un nuevo cuento terapéutico para que reflexiones sobre un tema en especial.

Érase una vez, pero no solo fue una vez, un magnífico pueblo en el valle de una montaña.

Al pueblo lo atravesaba un río de color azul cristalino, el cual alimentaba a los habitantes con buenos peces, permitía a los agricultores regar sus tierras y a los niños bañarse en él para jugar y refrescarse los días calurosos. 

cuento terapéutico confiar en la vida

El pueblo estaba realmente aislado y, para vivir, sus habitantes criaban su propio ganado, cultivaban los campos y cultivaban árboles frutales… Cada uno aportaba comida a la comunidad y los años pasaban tranquilos y en paz. Un día, sin previo aviso, el río empezó a subir, la corriente de agua se aceleró, los lugareños entraron en pánico, todo empezó a inundarse. La gente trepaba los árboles y se agarraba a las rocas para evitar ser arrastrada por las aguas torrenciales. El pánico se apoderó de la gente, que gritaba y se empujaba para intentar escapar de la inundación desbordante. Todos menos una… Una chica joven, Frida, observó todo lo que ocurría a su alrededor y sintió una tranquilidad imprevista… Había vivido en este pueblo toda su vida, allí había nacido. Conocía bien el río que tenía frente a sus ojos. Era su compañera de juegos y, cuando estaba triste, se escondía allí llorando entre las rocas y sus lágrimas se deshacían en el agua cristalina. No tenía miedo del río, gracias a él podíamos vivir en la planicie de esta montaña.

En lugar de agarrarse y luchar para evitar ser arrastrada por el agua, se lanzó y se dejó llevar. Su cuerpo chocó contra las rocas, tragó agua, pero intentó relajarse y poco a poco el agua la devolvió a la superficie. La gente que la vio pasar gritaba: «¡Agarra mi mano!» «Aguanta» «¡Estás loca, te hundirás!». Pero ella no les tomó de la mano y les contestó: confíen, dejen de luchar, conocemos nuestro río, sabe lo que hace, nos llevará adonde quiere sin matarnos. Los primeros que la vieron pasar pensaron que estaba loca y aseguraron de que no sobreviviría mucho tiempo. Pero a medida que avanzaba sin resistencia, arrastrada por el agua, los habitantes que se aferraban donde podían, empezaron a admirarla, a conmoverse por su valor, su confianza, su dejarse llevar… Pero nadie más soltó lo que más apreciaba, el miedo era más fuerte que la esperanza. Frida se dejó llevar, dejando perplejos a los que la vieron pasar, ya que no se explicaban cómo esta joven no había muerto ya.

A medida que avanzaba, el agua como a calmarse poco a poco, a encontrar nuevos caminos que le permitieran discurrir y volver lentamente a la calma. Por fin, la joven consiguió mantenerse en pie en medio del río. Miró hacia el pueblo y vio que un gran número de personas seguían aferradas a él, congeladas a pesar de la calma de las aguas. Ella gritó : «¡Ya está, las aguas se han calmado!» «¡Puedes bajar, todo está bien, se terminó!» Pero la mayoría de los habitantes seguían aferrados, temiendo que volviera a ocurrir y sintiéndose inseguros porque el río les había traicionado. En los días siguientes al suceso, muchos de ellos decidieron abandonar el pueblo y mudarse a otro lugar, sin duda, lejos de un río.

En cuanto a Frida, esta aventura la había hecho más fuerte, se sentía unida a su pueblo y a su río, y allí vivió toda su vida, enseñando a todos los que deseaban aprender, conectar con su entorno, con ellos mismos y, sobre todo, con el río como Madre que tanto les ha dado.

¿Y tú? ¿Confías en la vida?

– ¿Te dejarías llevar?

– ¿A qué o a quién te aferras que te impide avanzar?

– ¿Confías en tus instintos?

– ¿Estás tratando de superar tus miedos?

– ¿Te inspiran quienes asumen riesgos y se atreven?

– ¿Te dejas sumergir a veces por las emociones?

– ¿Dejas que tus emociones fluyan sobre ti y sigan su curso?

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Published by Egle Pombeiro

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