NO PLANEAR NADA EXCEPTO LO IMPREVISIBLE
(Cita : Christian Bobin)
¿Planear, organizar, planificar…? O mejor, ¿dejarse llevar? ¡Esa es la cuestión!
Predecir, prever… siempre andamos organizando nuestra vida, nuestro día a día. A veces no dejamos pasar ni el más mínimo detalle. Sin embargo, los acontecimientos recientes nos han demostrado que quizás no todo depende de nosotros. Y es aquí donde entra el factor inesperado.
¿Nuestra respuesta a lo inesperado? Mayoritariamente el miedo. Ese miedo a lo desconocido, a algo que aún no ha sucedido y ni tan siquiera sabemos cómo podremos reaccionar ante ello o si seremos capaces de controlar la situación. Imaginamos cosas intangibles, al menos tratamos de imaginarlas pero, a menudo, no aparecen de la forma que esperábamos. Podemos incluso pasar más tiempo imaginando estas cosas o situaciones inesperadas que gestionándolas cuando realmente suceden.
¿Qué hacer ante este tipo de situaciones? A parte de aceptar que la vida ¡no siempre es como esperábamos! Esto no tiene porqué ser algo negativo, y es que para nada queremos ser pesimistas, sino todo lo contrario.
Esa necesidad que sentimos de tenerlo todo planificado produce que muchas veces nos estemos perdiendo otras cosas bonitas e inesperadas, nuevas experiéncias o nuevos encuentros.
Pero aceptar el cambio, mantenerse flexible, saber improvisar… son estos conceptos sobre los que debemos trabajar para lograr un equilibrio.
Dejarse llevar por lo inesperado es mucho más sencillo de decir que de hacer ya que, generalmente, tendemos a querer controlar todo en nuestra vida. Pero tenemos que aprender a lidiar con lo imprevisible. Es como cuando el Sol nos deslumbra con su luz; nos ponemos nuestras gafas de sol y seguimos adelante. Poco a poco y sin revolucionar o poner todo patas arriba, hagamos el ejercicio de intentar dar un margen a nuestras vidas y dejar que nuestro tiempo libre sea para eso mismo: ser libres de hacer lo que nos apetezca en cada momento y disfrutar de ello aunque no lo hayamos planeado.
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